La economía circular se ha convertido en un nuevo modelo económico para mitigar los efectos ambientales. Pero también puede ayudar a generar empleo e inversiones por lo cual estamos frente a una oportunidad para hacer las cosas ‘de otra manera’ tras la actual crisis sanitaria.
La pandemia de coronavirus ha alzado un rotundo cuestionamiento hacia la viabilidad de las cadenas de valor globales. Al exponer las vulnerabilidades de las distintas economías convencionales –exitosas en el s. XX—, algunos líderes mundiales han hecho un llamado a aumentar la resiliencia y reducir la dependencia de mecanismos globales de gobernabilidad y control de las cadenas de suministro. En este sentido, la economía circular es un modelo de éxito comprobado, en contextos similares a la Unión Europea.
La economía circular implica romper con el paradigma lineal de crecimiento y pensar en sistemas, flujos y ciclos. Es una oportunidad de rediseñar las economías convencionales y los modelos de negocio actuales hacia una resiliencia consciente, social y medioambientalmente.
En la segunda mitad del siglo pasado, el éxito de la globalización, la innovación tecnológica y el crecimiento económico se basó en los bajos precios del petróleo, la extracción desmesurada de minerales y otros recursos naturales de extensas áreas no recuperables. Este crecimiento desproporcionado no fue equilibrado para casi ningún país, rico o pobre. A medida que ha pasado el tiempo, se va revelando el balance negativo: creció la deuda a nivel macroeconómico, la inestabilidad financiera, la desigualdad social, el incremento de los residuos en tierras y océanos y la polaridad ambiental, entre otros efectos.
Por ello, corporaciones, regiones y gobiernos se hayan hoy ante el dilema de seguir creciendo económicamente o reducir ganancias para recuperar los indicadores de sobrecalentamiento preindustrial.
En el siglo pasado se crearon innumerables metodologías y procedimientos para la generación de modelos de negocio: centrados en el cliente, en el mercado, en cuál es su canvas, etc.; que fueron la base de incubación y aceleración de emprendimientos. La gran mayoría de estos modelos estaban basados en cadenas lineales de procesos de producción, suministro de materiales, logística y economía basada principalmente en el carbono. La realidad de los negocios hoy es muy diferente, como ha puesto en evidencia la pandemia.
Prepararse para la pandemia fue relativamente fácil, fue una decisión de política pública de cada país. Pero salir de ella va a requerir romper muchos paradigmas económicos, sociales y ambientales, para los que ni las empresas, ni los gobiernos, ni los individuos estamos preparados.
Debemos romper con el modelo lineal de negocios e instituciones, y crear contextos que se adapten para producir una riqueza sustentable, de negocios 0-emisiones, nuevos empleos, economías que produzcan menos productos con menos recursos escasos, para segmentos más ubicados –como la base de la pirámide— menos basuras, menos desperdicio de capacidades no-utilizadas, y con una conciencia de mayor regeneración de los recursos naturales.
Por Carlos Scheel Mayenberger, para El Economista